Maripaz Jaramillo, serie Parejas |
Las boquitas pintadas de María de la Paz Jaramillo mancharon con sus
pegotes lúbricos la escena límpida de los años 70. Mientras muchos artistas
colombianos de la época estaban inventando mundos abstractos, sus muñecas frívolas recordaron que las mujeres
tenían cuerpos y deseos. Una memoria
que se había perdido en el arte
colombiano desde los atrevidos desnudos de Débora de los años 40 y 50. Pero
mientras aquellos cuerpos aspiraban a la carne, los de María de la Paz eran de
papel. Los cuerpos de Débora seguían todavía en la esfera de la tradición renacentista
para la cual la representación del cuerpo humano se
apoyaba en la morfología, basada a su vez en la anatomía, un estudio al que le
dedicó sus mayores energías[1].
Sin embargo, aunque Débora transgrede
estos parámetros con sus cuerpos
deformados por la expresión en los que el código anatomista llega a sus
límites, nunca se sale del todo de él.
Maripaz Jaramillo, Mujer Caribe, |
Las
mujercitas estridentes de María de la Paz, sus bocas de carmín, sus ojos
fucsias, sus pieles sicodélicas, sin embargo, se han fugado de otro planeta: del
de los medios masivos de comunicación. María de la Paz es
hija de unos tiempos de ojos quebrados,
en los que la mirada se ejerce con el lente fragmentado y espasmódico de la
fotografía, el cine, la televisión y cuyos imaginarios están dominados por la moda
y la publicidad. Los cuerpos de
sus mujeres tienen los colores de los impresos,
su trama, bidimensionalidad, fragmentación y esquematización. Para representarlas, la
artista acude a estas estrategias pop, pero desde la idiosincrasia popular
colombiana que no sueña con divas platinadas como Marilyn, sino con las
beldades kitsch de los culebrones, el bolero y las baladas. Mujeres que pueden
ser protagonistas de historias despechadas como “Por qué te conocí”, “Quiero
morir de dolor”, “Tu amor no me conviene” o “Bandolera” (algunos de los títulos
de sus obras). Mujeres que cambiaron el olor a santidad de las monjas muertas
por el pachulí de las cabareteras vivas. “Mujeres gastadas por los besos”.
Maripaz Jaramillo,, sin título |
Estos cuerpos no están ya destinados a la maternidad ni consagrados
a la familia ni constreñidos a la
crianza de los nuevos ciudadanos ni
aspiran a constituirse en el faro de aquellas buenas costumbres que
sustentarían la sociedad y el progreso. Al contrario, subvierten todos estos
parámetros y exigencias señoriales. En
contra del recato, estos cuerpos se
exhiben, rompen la delimitación espacial de sus reinos domésticos y
conquistan el exterior, viven la noche más allá de la seguridad del día. Son
mujeres para las sombras y la calle,
cuyos cuerpos artificiosos brillan como joyas baratas bajo las luces
eléctricas.
Eros ha triunfado
sobre sus pieles y ya no funciona más el discurso que las consideraba seres
menos animalizados y más aptos moralmente que los hombres. Son mujeres
preparadas mental y físicamente para los placeres carnales. Pero, a pesar de
las apariencias, el tema de estas representaciones no es el deseo femenino. De lo que realmente nos
hablan estas obras es del deseo de la mujer de ser deseada. Parodiando a Fassbinder,
estas mujeres sólo quieren que las quieran. Son protagonistas de ritos de
seducción en los cuales aceptan plena y
conscientemente ser el objeto del deseo
masculino, consagrándose a ello con toda su fuerza, con toda su astucia y con
todo su cuerpo. Maria de la Paz recrea esta coreografía e iconografía
corporal de la seducción con las posibilidades que le ofrecen las estrategias
pop en unos cuerpos fetichizados, fragmentados, focalizados, gestuales y
teatrales que sólo existen en cuanto objeto de la mirada erótica masculina. Cuerpos a los que no les interesa tanto
satisfacer su deseo como hacer un despliegue visual de él.
Marupaz Jaramillo |
Como no se trata
tanto de desear como de parecer que se desea, estos cuerpos deciden ser una
máscara. Pasaron los tiempos de los cuerpos sustanciales, esenciales, de las
identidades fijas, totales de la galería empañada. El mundo de María de la
Paz en series como Parejas (1982) y Salsa (1982)
es un simulacro y está poblado también por simulacros. La luz artificial simula
paraísos eróticos, las mujeres se simulan diosas lúbricas, los hombres se
simulan latin lovers, unos y otros
simulan encuentros amorosos y sensuales. Sus mundos son una puesta en
escena que no esconde su artificiosidad,
sino que al contrario la enfatiza con colores, muecas, gestos, poses y
actitudes corporales retorizadas.
La artista no se esfuerza en la representación de cuerpos biológicamente determinados sino culturalmente construidos, sobre los cuales se despliega una caracterización visual de roles estereotipados de lo masculino y lo femenino, concebidos como opuestos. Así, en esta iconografía a la las bocas rojas les corresponden las ojeras oscuras, a los cabellos esponjados y largos, las patillas recortadas; a la falda, el frac; al escote, la corbata; a las blusas sin hombros, las camisas de cuello alto. Los hombres clavan sus bocas y sus manos. Las mujeres prestan los cuellos para que lo hagan. Los hombres doblegan los cuerpos femeninos, ellas se dejan doblegar por ellos. Es un armonioso y total ying y yang sentimental.
Tomado de GIRALDO, Sol Astrid. Cuerpo de mujer: modelo para armar.Medellín, La Carreta, 2010
La artista no se esfuerza en la representación de cuerpos biológicamente determinados sino culturalmente construidos, sobre los cuales se despliega una caracterización visual de roles estereotipados de lo masculino y lo femenino, concebidos como opuestos. Así, en esta iconografía a la las bocas rojas les corresponden las ojeras oscuras, a los cabellos esponjados y largos, las patillas recortadas; a la falda, el frac; al escote, la corbata; a las blusas sin hombros, las camisas de cuello alto. Los hombres clavan sus bocas y sus manos. Las mujeres prestan los cuellos para que lo hagan. Los hombres doblegan los cuerpos femeninos, ellas se dejan doblegar por ellos. Es un armonioso y total ying y yang sentimental.
Tomado de GIRALDO, Sol Astrid. Cuerpo de mujer: modelo para armar.Medellín, La Carreta, 2010
[1] Débora aseguraba: “al artista que no domine el desnudo le
falta todavía un buen trecho que recorrer por el camino de las realizaciones y
algo que llenar en el dominio de la técnica”. Citado en LONDOÑO; Santiago, En:
“Débora por Débora”, op. cit.
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