María Teresa Hincapié, Vitrina,performance |
A pesar de la lectura que aquí se propone de su bra, no fue la perspectiva de género una bandera que enarbolara
explícitamente esta artista. Y así lo
expresó: “No he realizado mis trabajos
con el propósito de ser feminista. Nunca lo he sido ni lo seré”[1].
Aunque no por ello dejara de interesarse por
lo femenino. En una obra como Vitrina
(1989), por ejemplo, esta perspectiva es
evidente. En esta acción estuvo 8 horas detrás de la vitrina de un almacén en
un populoso sector de Bogotá para mostrarse a sí misma en su transparencia de
mujer. Durante este tiempo realizó labores de la cotidianeidad femenina como
lavar, planchar, maquillarse. Allí fue una mujer que sueña, se pinta,
seduce, se mueve. Y para comunicarse con
el público transeúnte iba escribiendo sus pensamientos con un labial rojo sobre
el cristal. Este performance llevó a un primer plano las presiones que ejercen los invisibles discursos sociales,
simbólicos y políticos sobre la corporalidad femenina. Era una manera valiente
de ofrecerse a esa superficie pública que precisamente la regula y controla. En esta obra, la mujer en lugar de
reflejarse en un espejo que es lugar de las identidades íntimas, lo hacía sobre
un vidrio transparente detrás del cual estaba
el espacio público, un lugar tiránico y productor de casillas y
categorizaciones sobre el género y la manera de asumirlo. Su espejo no era el
del tocador sino el ruido sordo de la ciudad, con todos sus mandatos y
discursos soterrados sobre las corporalidades.
Como mujer expuesta en una vitrina,
hacía evidente el control de la
mirada omnipresente de los discursos sociales, simbólicos, morales y
urbanos acerca de su cuerpo.
Pero, a pesar de estas incursiones, el problema de María Teresa no fue exclusivamente ni en primer lugar el de la identidad femenina. Su búsqueda era la de un espacio inédito, ritual donde no se debía ser mujer, donde no se tenía que ser mujer según las reglas escritas y no escritas. Un lugar donde inquiría más bien por la humanidad con preguntas más amplias que las del género. ¿Cómo ser plenamente humana o humano en un mundo profanado donde se ha perdido el sentido, donde el yo se ha aislado del tú y de su medio ambiente, donde se ha perdido la ritualidad y el sentido de los actos cotidianos, donde no se respeta el espacio propio ni el de los demás, donde se ha perdido la conexión con el mundo material e inmaterial y con el cosmos, donde el cuerpo ya no es un recipiente divino?
Pero, a pesar de estas incursiones, el problema de María Teresa no fue exclusivamente ni en primer lugar el de la identidad femenina. Su búsqueda era la de un espacio inédito, ritual donde no se debía ser mujer, donde no se tenía que ser mujer según las reglas escritas y no escritas. Un lugar donde inquiría más bien por la humanidad con preguntas más amplias que las del género. ¿Cómo ser plenamente humana o humano en un mundo profanado donde se ha perdido el sentido, donde el yo se ha aislado del tú y de su medio ambiente, donde se ha perdido la ritualidad y el sentido de los actos cotidianos, donde no se respeta el espacio propio ni el de los demás, donde se ha perdido la conexión con el mundo material e inmaterial y con el cosmos, donde el cuerpo ya no es un recipiente divino?
María Teresa Hincapié, Vitrina,performance |
La humanidad,
pues, más que la feminidad fue la
principal búsqueda de María Teresa. Pero este planteamiento ya es en sí mismo
bastante transgresor, porque la humanidad en el pensamiento androcéntrico tiene
una acepción masculina. Ser humano era ser plenamente hombre, mientras lo
femenino no entraba en este campo semántico. Las grandes preguntas de la
filosofía moderna han girado siempre acerca de los dilemas y posibilidades del
“hombre”. La artista al buscar la
humanidad plena desde su cuerpo de mujer resiginificado, resimbolizado,
reescrito, no lo hacía como una reivindicación, sino como su única posibilidad:
su cuerpo femenino era el único que tenía. Y ese cuerpo, sus condiciones, sus
movimientos, sus acciones era el que exploraba.
El trabajo de María
Teresa no hace una apología de la femineidad, sino que trasciende la oposición
binaria masculino-femenino en su afirmación de su presencia en el espacio más
allá de los códigos y restricciones de género, sociales y culturales. Es una
nueva posibilidad de ser humanamente mujer la que aparece en obras que dudan,
entre otros, de los discursos invisibles y omnipresentes sobre lo femenino. Y
una forma de estar plenamente
presente en una coyuntura histórica donde la violencia
política del país se ha ensañado en
desagarrar los cuerpos, masacrarlos, destrozarlos. Su respuesta a esta
aniquilación es la de un cuerpo femenino
concentrado, espiritual, místico y sagrado. Y sobre todo presente: con los ojos
en el cielo y los pies en la tierra, redefiniendo los límites de su presencia
en el mundo.
ver también http://anatomiacomparadacolmexx.blogspot.com/2011/05/mira-lo-que-me-mira.html
ver también http://anatomiacomparadacolmexx.blogspot.com/2011/05/mira-lo-que-me-mira.html
Tomado de GIRALDO, Sol A. Cuerpo de mujer: modelo para armar. Medellín, Editorial La Carreta, 2010
[1] GARZÓN, Diego. Otras voces, otro arte. Diez conversaciones
con artistas colombianos. Bogotá: Planeta, p 81.
Conocí personalmente a María Teresa H. y pienso que desafortunadamente su obra y la lectura que se hace de ella no corresponde a la realidad, tal vez su obra pueda ser interesante, pero decir que María Teresa era una persona que poseía una gran humanidad es algo que no corresponde a lo que ella fue, de igual forma afirmar que fue una persona que creía en lo sagrado y que era congruente con ello, también es falso. Desafortunadamente era una artista que poseía un ego infinito y se creía con el derecho de violentar a las personas. Ella de espiritual y sagrado no tenía nada, personalmente me agredió físicamente con la excusa de su arte, esta situación pasó hace varios años, sin embargo creo importante que las personas que escriben este tipo de artículos y reseñas sepan separar su obra como artista a lo que ella realmente fue como persona.
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