martes, 18 de diciembre de 2012

La Ciudad de las Mujeres

Ciegas a punta de imágenes, mudas a punta de clichés, vacías  a punta de forma. Ausentes a punta de silencios o de excesos. ¿Dónde seguiremos el rastro de la imagen de la mujer en nuestra contemporaneidad?  Y, ¿por qué habríamos de hacerlo? Porque su imagen sigue siendo una pregunta.  Porque su imagen, como todas,  es  una cuestión de poder. Porque sigue habitando el lado negativo del lenguaje. Porque ha callado durante mucho tiempo y después ha parloteado también demasiado.
 Hablar hoy de lo femenino  no significa tanto instalarse en el terreno de las reivindicaciones de una minoría sino en el del desmantelamiento de un sistema cultural. La modernidad fue excluyente, jerárquica, purista, racista, sexista, mientras los ojos de la posmodernidad son incluyentes, híbridos, mixtos,  impuros.  Lo femenino se instala así en la actualidad como subversor de aquellas categorías  de una modernidad que fue entrañablemente patriarcal. Y aunque algunos discursos y prácticas se hayan transformado, en las representaciones del tercer milenio de la mujer sigue triunfando la fuerza de la inercia de los estereotipos.
La imagen de la mujer en la historia del arte se extiende entre dos negaciones. La primera es la histórica, la de las colecciones de los museos institucionales,  que se inauguran en Colombia con las representaciones barrocas.  Allí  la mujer fue moldeada por artistas hombres europeos a imagen y semejanza de las retorizadas vírgenes hispanas. Figuras matrices de lo femenino en América que de un brochazo borraron la arrasadora fuerza telúrica de las diosas precolombinas.  Estas mujeres entre virreinas, matronas  y damiselas no tuvieron cuerpo, identidad ni destino, apenas adscripción a alguno que otro apellido masculino y español. Pintar a una mujer entonces  era hacer visible una feminidad imaginada como liviandad, quietud, gracia, ensimismamiento, delicadeza, adorno, afectación.  La mujer detrás de esta iconografía rosa no se había inventado aún. Era un espacio negativo, un hueco, un abismo sin nombre y por supuesto sin imagen. 
Sin embargo, la sobrerrepresentación de la mujer en la contemporaneidad, paradójicamente se convierte en una segunda negación. La mujer que emerge de la diarrea visual de la televisión, de la  publicidad, de la moda, de las revistas del corazón, de la histeria obsesiva de los cuerpos  parecería estar al extremo opuesto de la imaginería de la tradición. Se instaura como el otro lado de la moneda  de aquellos cuerpos  opacados centenariamente tanto debajo de  paños pesados como de las exigencias de sumisión,  maternidad y belleza. Pero este  exhibicionismo  del cuerpo omnipresente de la mujer en la contemporaneidad es tan sólo un efecto de superficie. Detrás de la ostentación actual de sus cuerpos erotizados y fetichizados sólo parece habitar el vacío que le queda a la mujer cuando abandona los roles, los ideales, las determinaciones sociales y los estereotipos exteriores. La iconografía de la publicidad y la moda a pesar de su exceso de significante nos presenta mujeres desustancializadas, vacías como un guante fino dejado sobre un tocador,  tan incapaz de mostrarnos su rostro y su cuerpo como aquellas imágenes de la tradición.
¿Dónde buscar a la mujer? ¿Es ella simplemente una categoría poética como lo quería Sartre? ¿Un vacío como lo dictaminaba Lacan? ¿Una máscara que se quita y se pone? ¿Un fantasma sin reflejo como los vampiros? ¿Una invención autoritaria? ¿Un significante exacerbado que se agota en sí mismo? ¿Dónde habita la mujer más allá de los ideales o los artificios? Y, sobre todo de los clichés de la  rosa y  los encajes, de la maternidad y la entrega,  del fetiche sexual o del natural y telúrico. ¿Está en los cuerpos imposibles de Colombia Moda, en los órganos sexuales hiperrepresentados de la publicidad, o en  las vaginas esgrimidas furiosamente por las feministas gringas de los 60? ¿Santas, putas, madres, damiselas, diosas, maniquíes?  Ésta es a todas luces una cuestión compleja.  Y la inercia de sus representaciones sigue arrastrando incluso las propuestas artísticas más osadas.

Por todo esto, desde hace algunos años el asunto de la representación de la mujer me ha intrigado. Sobre todo el de las imágenes realizadas por ellas mismas. Así, en un trabajo que no siempre ha sido sistemático pero sí recurrente  he venido estudiándolas, entrevistándolas, mirándolas a ellas y sus miradas. El resultado de estas inquietudes se ha cristalizado en artículos de prensa, en ensayos en medios especializados, en prólogos para catálogos, en reseñas críticas y curatoriales, en conferencias, cursos universitarios y en libros o en otros blogs como  Mujer: anatomia comparada Colombia-México http://anatomiacomparadacolmexx.blogspot.com/

Algunos de estos textos son los que recoge esta "Ciudad de las Mujeres", donde se rastrea el trabajo de artistas muy conocidas o no tan conocidas, internacionales y latinoamericanas. Pero especialmente colombianas porque si el asunto feminista está en primer orden muchos países, no lo ha sido tanto en Colombia.  Tal vez la reunión de estos textos pueda contribuir a una mirada general sobre las contra-imágenes que buscan fundar o desmantelar el cuerpo de mujer en Latinoamérica, todo un continente por descubrir.

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