Hablar hoy de lo femenino no significa tanto instalarse en el terreno de
las reivindicaciones de una minoría sino en el del desmantelamiento de un
sistema cultural. La modernidad fue excluyente, jerárquica, purista, racista,
sexista, mientras los ojos de la posmodernidad son incluyentes, híbridos,
mixtos, impuros. Lo femenino se instala así en la actualidad
como subversor de aquellas categorías de
una modernidad que fue entrañablemente patriarcal. Y aunque algunos discursos y
prácticas se hayan transformado, en las representaciones del tercer milenio de
la mujer sigue triunfando la fuerza de la inercia de los estereotipos.
La imagen de la mujer en la historia del arte se extiende entre dos
negaciones. La primera es la histórica, la de las colecciones de los museos
institucionales, que se inauguran en
Colombia con las representaciones barrocas.
Allí la mujer fue moldeada por
artistas hombres europeos a imagen y semejanza de las retorizadas vírgenes hispanas.
Figuras matrices de lo femenino en América que de un brochazo borraron la
arrasadora fuerza telúrica de las diosas precolombinas. Estas mujeres entre virreinas, matronas y damiselas no tuvieron cuerpo, identidad ni
destino, apenas adscripción a alguno que otro apellido masculino y español.
Pintar a una mujer entonces era hacer
visible una feminidad imaginada como liviandad, quietud, gracia,
ensimismamiento, delicadeza, adorno, afectación. La mujer detrás de esta iconografía rosa no se
había inventado aún. Era un espacio negativo, un hueco, un abismo sin nombre y
por supuesto sin imagen.
Sin embargo, la sobrerrepresentación de la mujer en la contemporaneidad,
paradójicamente se convierte en una segunda negación. La mujer que emerge de la
diarrea visual de la televisión, de la
publicidad, de la moda, de las revistas del corazón, de la histeria
obsesiva de los cuerpos parecería estar
al extremo opuesto de la imaginería de la tradición. Se instaura como el otro
lado de la moneda de aquellos cuerpos opacados centenariamente tanto debajo de paños pesados como de las exigencias de
sumisión, maternidad y belleza. Pero este
exhibicionismo del cuerpo omnipresente de la mujer en la
contemporaneidad es tan sólo un efecto de superficie. Detrás de la ostentación
actual de sus cuerpos erotizados y fetichizados sólo parece habitar el vacío
que le queda a la mujer cuando abandona los roles, los ideales, las
determinaciones sociales y los estereotipos exteriores. La iconografía de la
publicidad y la moda a pesar de su exceso de significante nos presenta mujeres
desustancializadas, vacías como un guante fino dejado sobre un tocador, tan incapaz de mostrarnos su rostro y su cuerpo
como aquellas imágenes de la tradición.
¿Dónde buscar a la mujer? ¿Es ella simplemente una categoría poética
como lo quería Sartre? ¿Un vacío como lo dictaminaba Lacan? ¿Una máscara que se
quita y se pone? ¿Un fantasma sin reflejo como los vampiros? ¿Una invención
autoritaria? ¿Un significante exacerbado que se agota en sí mismo? ¿Dónde
habita la mujer más allá de los ideales o los artificios? Y, sobre todo de los
clichés de la rosa y los encajes, de la maternidad y la entrega, del fetiche sexual o del natural y telúrico. ¿Está
en los cuerpos imposibles de Colombia Moda, en los órganos sexuales
hiperrepresentados de la publicidad, o en las vaginas esgrimidas furiosamente por las
feministas gringas de los 60? ¿Santas, putas, madres, damiselas, diosas,
maniquíes? Ésta es a todas luces una cuestión
compleja. Y la inercia de sus
representaciones sigue arrastrando incluso las propuestas artísticas más
osadas.
Por todo esto, desde hace algunos años el asunto de la representación de la mujer me ha intrigado. Sobre todo el de las imágenes realizadas por ellas mismas. Así, en un trabajo que no siempre ha sido sistemático pero sí recurrente he venido estudiándolas, entrevistándolas, mirándolas a ellas y sus miradas. El resultado de estas inquietudes se ha cristalizado en artículos de prensa, en ensayos en medios especializados, en prólogos para catálogos, en reseñas críticas y curatoriales, en conferencias, cursos universitarios y en libros o en otros blogs como Mujer: anatomia comparada Colombia-México http://anatomiacomparadacolmexx.blogspot.com/
Algunos de estos textos son los que recoge esta "Ciudad de las Mujeres", donde se rastrea el trabajo de artistas muy conocidas o no tan conocidas, internacionales y latinoamericanas. Pero especialmente colombianas porque si el asunto feminista está en primer orden muchos países, no lo ha sido tanto en Colombia. Tal vez la reunión de estos textos pueda contribuir a una mirada general sobre las contra-imágenes que buscan fundar o desmantelar el cuerpo de mujer en Latinoamérica, todo un continente por descubrir.
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