viernes, 28 de diciembre de 2012


Milena Bonilla

La sembradora 

“Trabajar con la naturaleza es trabajar con el artificio. En mi caso no se trata tanto de hablar desde una conciencia ecológica, sino desde la aprehensión cultural que se hace de la naturaleza, del invento de la palabra naturaleza, esa estrategia usada para dominar algo que uno no entiende”




El artista como antropólogo es el rol que asume la artista Milena Bonilla. Su base de operaciones es la ciudad. Sus intereses: los discursos visuales, sociales, económicos, políticos y culturales. Su táctica: la observación. Sus mapas: los mentales. Su espacio: los territorios. Su estrategia: la concreción de realidades abstractas en productos o acciones cotidianas. No gracias a una estrategia metafórica, sino de choque, por medio de la cual dos lógicas implacables al entrar en contacto se desplazan, se cuestionan, se relativizan, se recargan… Los fragmentos que quedan de este combate simbólico de sentidos es su obra.

Una obra que visibiliza las relaciones políticas, económicas, sociales y simbólicas invisibles que estructuran profundamente nuestro mundo cotidiano. La globalización frente a la localidad se encarna en una mata de chocolate sembrada en un tarro de Milo. Lo ancestral frente a lo industrial, en el logo de Nike tejido en una alpargata. El narcotráfico multinacional, en una planta de coca sembrada en una botella de Coca Cola. La identidad nacional, en un brote de maíz surgiendo de una caja de Korn Flakes. Los tiempos públicos de la ciudad frente a los privados de la percepción, en los tejidos que le hace a las silleterías rotas de los buses mientras transitan por las ciudades.

Bonilla es una consumidora voraz de los signos visuales y sociales que produce la maquinaria del consumo. Y presta un oído atento a los mensajes silenciosos que se ocultan detrás de la estridencia del lenguaje publicitario. Pero no está interesada en su estética, como el pop, sino en la contrainformación que a través de ellos puede realizarse. En este sentido rozaría los trabajos del brasileño Cildo Meirelles, el colombiano Antonio Caro o el español Antoni Muntadas, quienes desmontan el lenguaje publicitario y mediático a partir de sus mismas estrategias.

La naturaleza, con su radical ambigüedad, es una de los principales discursos alrededor de los cuales gravita su obra. Pero no se trata de la naturaleza inflamada de los románticos, de la idealizada de los artistas viajeros del siglo XIX, de la irrepetible en la que se buscaba la identidad latinoamericana en el siglo XX o de un canto ecológico. La naturaleza que ella convoca es paradójicamente un producto cultural, artificioso, político, económico, cotidiano. Un terreno humano donde se cruzan los hilos de la globalización y la localidad, del presente y de la historia, de lo ancestral y el consumo, de lo innombrado y el lenguaje, de lo salvaje y lo domesticado, de lo bucólico y lo bélico, de lo nacional y lo geopolítico

Tejer, coser, sembrar, reparar, sanar, son palabras que no dejan de salir a flote en su obra, aunque nunca con un sentido mesiánico. Son palabras y acciones que también surgen de su penetrante sentido de observación. Después del caos viene el renacimiento; después de la guerra, el resurgimiento incontenible de la vida; después de la razón, lo innombrado. Y en ese después suele estar siempre esa naturaleza más allá del lenguaje, indomable, inmanejable, irreductible. La historia del hombre se debate entre esos dos límites, lo cultivado y lo espontáneo, lo tasable y lo que se derrama, la cultura y la naturaleza. Y es en ese mismo lugar donde también se instala la obra de esta artista que navega plenamente en el pensamiento contemporáneo, sus prácticas y sus preguntas. Entre una reflexión teórica fuerte e implacable y una intuición demoledora surgen los concisos y potentes trabajos de esta artista.

“Huerta Casera”

A la entrada del Museo de la Universidad de Antioquia o en el patio del Museo Colonial de Bogotá, instaladas muy humildemente, sin pretensiones ni señales,la artista colocó  a ras de tierra una serie de maticas en envases populares. Pero lo que pareciera una apropiación de la costumbre ancestral colombiana de sembrar plantas en tarros, cobra otra dimensión cuando el espectador descubre que lo que hay plantado en un frasco de Nescafé es un cafeto; en una cajetilla de Marlboro, tabaco y, por supuesto, que de una botella de Coca-Cola emerge verde y natural una planta de coca. Así, en esta “Huerta Casera”, Milena Bonilla reflexiona sobre la inserción de los países latinoamericanos en la economía mundial, la identidad, los tráficos globales, la transformación de los signos sociales, las migraciones, las mutaciones, los intercambios. Todas ellas reflexiones políticas hechas sin virulencia, gracias a la estrategia de traer a la escena prácticas populares para cargarlas de nuevos y provocadores sentidos.


Biografía:


Milena Bonilla nació en 1975 en Bogotá. Es egresada de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Entre sus exposiciones individuales están Limítrofe, Valenzuela Klenner (Bogotá); Dont say you love me, Valenzuela Klenner (Bogotá). Lugares comunes: bocetos para jardín. Alianza Colombo Francesa (Bogotá). Entre las colectivas están When we were here. Art Gene. Cumbria, reino Unido. Bokakaing. Publicación GPB. Fotogalleriet (Oslo), 40 Salón Nacional de Artistas . Museo de Arte Colonial (Bogotá).

Este texto fue elaborado por la autora  para el Encuentro Internacional de Arte contemporáneo MDE 07, realizado en Medellín durante 2007.

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